
Comienza un nuevo curso escolar y con él se abre de nuevo el debate acerca de los deberes. Los defensores consideran que es bueno que adquieran el hábito y los detractores lo consideran una carga que deteriora la relación padre/hijo.
Como madre de dos hijos a tiempo completo soy consciente de la carga que arrastran nuestros hijos desde muy temprana edad. Nuestros menores pasan 5 horas lectivas en los colegios públicos y 6 en los concertados y a esto le hemos de sumar las actividades extraescolares.
Podría resumir el dia a dia de mi hijo de 9 años, que bien seguro es el de la mayoría de niños de su edad. De 9 a 12.30 va al colegio, tiene una hora y media para comer, a las 15 vuelve al cole hasta las 16.30 y después 3 días a la semana va al futbol de 17.30 hasta las 19 (cosa que ha escogido él por voluntad propia porque le apasiona este deporte). Después de las extraescolares cuando llega a casa necesita desconectar y tomarse su momento de relax. En nuestro caso, suele tenerlo, puesto que el Colegio en el que él asiste la carga de deberes es poca y suelen ser deberes sobre búsqueda de información de algún proyecto que está realizando en clase, así que no se trata de los típicos deberes aburridos y repetitivos. No obstante, soy consciente de que necesita su momento de ser niño, relajarse, jugar, divertirse… porque con 5 horas lectivas en los colegios públicos y 6 en los concertados, debería ser suficiente para adquirir el aprendizaje.
LOS DEBERES Y EL HÁBITO DE ESTUDIO
Tal y como apuntaba al inicio, los defensores de los deberes consideran que son necesarios para adquirir el hábito de estudio y reforzar conocimientos, así como para adquirir la cultura del esfuerzo para la consecución de logros. Bonito argumento si no fuera porque los estudios y los diferentes informes no dicen lo mismo.
España es el quinto país que más carga de deberes posee y a la vez se encuentra a la cola de los resultados académicos.
Si miramos a nuestros países vecinos de la Unión europea y los resultados del tan famoso Informe Pisa, nos damos cuenta de que los países que obtienen mejores resultados son aquellos que ostentan menos carga de deberes. En el caso de Finlandia, por ejemplo, a la cabeza en Educación, los deberes que realizan se sitúan entre 15 o 30 minutos. Mientras en España los deberes suelen ocupar entre una y dos horas diarias, sobretodo en secundaria.
En Francia con su famosa “Huelga de Lápices caídos” numerosos padres reivindicaron el derecho de los niños al tiempo libre y se plantaron ante la carga de tareas amparándose en una Orden Ministerial de 1956 donde se prohibían los deberes para los niños entre 6 y 11 años.
Si los deberes son tan importantes para adquirir el tan mencionado HABITO ¿Por qué hay tanto fracaso escolar en nuestro país? ¿Qué es lo que está fallando en nuestro sistema educativo? El profesorado y las familias tienen la creencia de que los deberes son buenos para “conseguir hábitos de estudio” o de que “mejoran la capacidad de gestión del tiempo”, pero ¿que evidencia científica y objetiva tenemos sobre esas afirmaciones? pues la respuesta es ninguna, no conozco estudio científico al respecto que avale dichas hipótesis.
Las investigaciones sobre deberes que se han realizado únicamente tienen en cuenta factores de cantidad de deberes y aprendizaje, obviando otros muchos factores que intervienen en el proceso. No obstante, dichos estudios no han encontrado ninguna correlación entre los deberes y los resultados obtenidos en enseñanza primaria, y sólo han encontrado relaciones positivas en secundaria cuando las pruebas o tests los han elaborado los propios profesores (Cooper, 2001; Kohn, 2006a).
NUESTRA INFANCIA Y LA DE NUESTROS HIJOS
ES usual escuchar frases tales como: “es que antes había más cultura” pues bien, volvamos la vista atrás en el tiempo ¿Qué hacíamos los adultos de hoy con 8 o 9 años después del cole? Cuál es la diferencia con los niños de hoy en día ¿hacíamos antes más deberes que ahora y por eso tenemos más cultura?
Recuerdo mis tardes de la infancia jugando con mi vecina. No adquirí el hábito de estudio con 8 años, ni con 9, ni con 10. Mis tardes, por aquellos entonces, me las pasaba jugando y siendo niña, sin cargas, ni presiones, ni deberes. Esto no me ha limitado en ningún sentido, por el contrario; tengo una carrera, un máster, numerosos cursos y actualmente curso una segunda carrera.
Dejemos a los niños ser niños y no presionemos tanto a nuestros adolescentes, porque quizás es ahí donde reside el gran error de nuestro sistema educativo. Los niños ya pasan suficientes horas en el colegio como para añadirles más tareas en casa que suelen ser monótonas y aburridas.
NEUROEDUCACION y MOTIVACION
La neurociencia ha demostrado que las emociones mantienen la curiosidad, nos sirven para comunicarnos y son imprescindibles en los procesos de razonamiento y toma de decisiones, es decir, los procesos emocionales y los cognitivos son inseparables. Además las emociones positivas facilitan la memoria y el aprendizaje. Así que es en esa línea en la que debe avanzar la pedagogía, en fomentar el gusto por aprender, en aprender jugando, en que el alumno no se dé cuenta que con lo que está haciendo está aprendiendo, porque aprender debería ser divertido, y no lo decimos sólo los pedagogos, sino también los neurólogos.
En este sentido, los deberes, tal y como están enfocados en nuestro sistema educativo lo que provocan en la mayoría de nuestros pequeños son estados de obligación impuesta.
Todo ser humano tiene interés por aprender, nacemos genéticamente preparados para asimilar conocimiento. A los niños les apasiona descubrir, experimentar, aprender hasta que nuestro sistema educativo se encarga de asociar aprendizaje con imposición, presión... es decir, connotaciones negativas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Alfie Khon en su libro “El mito de los deberes” concluye que “los deberes no proporcionan ningún beneficio académico para los alumnos de primaria y existen serias dudas sobre si son recomendables para los estudiantes de secundaria”. A pesar de esto, el sistema continúa mandando los deberes sin cuestionarse la utilidad de los mismos.
El gran error de nuestra sociedad es que queremos que nuestros hijos e hijas aprendan cuanto antes mejor, olvidándonos que en la carrera del aprendizaje no hay una meta final, sino que se extiende a lo largo de toda la vida.
El sistema educativo, por tanto, debería centrarse en asentar unas bases sólidas de como “aprender a aprender”, es decir, competencias que nos ayuden a lo largo de nuestra vida a adquirir conocimiento y no tanto, en enseñar para aprobar un exámen o el presionar desde bien pequeños con demasiada carga, porque es probable que el efecto que se consiga es que se cansen y pierdan el interés por aprender.
Estoy convencida de que el gran error de nuestro sistema educativo radica principalmente en el método y no tanto en la cuestión de deberes, los cuales son excesivos y muy mal enfocados. Cantidad no es sinónimo de calidad.
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