viernes, 27 de noviembre de 2015

Conecta con tu hijo


Corazón pintado a mano con huellas de manos
 
¿Por qué nos empeñamos en presionar a nuestros hijos desde bien pequeños? ¿Qué nos mueve a pretender que empiecen a leer cuanto antes, que aprendan inglés, que adquieran hábitos desde muy temprana edad, que hagan exámenes desde primero de primaria, qué estén en una silla sentados portándose bien, qué no se peleen, qué sepan tocar un instrumento, qué hagan teatro…? Y un largo etcétera…. Por no hablar de las típicas preocupaciones por la comida (es que no me come nada)… o el empeño en sacarles el pañal a determinada edad, a que duerman solos, etc, etc…

 

RELAX MAMIS Y PAPIS, RELAX….

 

Ni somos supermamis (o superpapis), ni nuestros hijos necesitan todo eso para ser felices. ¿Qué tal si probamos a relajarnos y a CONECTAR CON NUESTROS HIJOS, o mejor aún “con nuestro niño interior”? 

 

Os planteo el siguiente ejercicio: cerrar los ojos y visualizar vuestra tarde perfecta en familia, con juegos, risas, con conversaciones agradables… ¡Pues bien! Esa imagen ideal en la que disfrutais los unos de los otros en familia es lo que realmente cuenta, lo que todos y cada uno de vosotros os vais a llevar y lo que vais a recordar el resto de vuestros días. Sólo se vive una vez, sólo se tienen hijos pequeños una vez, porque luego crecen y se independizan, es ley de vida. 

Cuando tengáis 60 años y vuestros hijos ya superen los 20, ¿qué es lo que queréis recordar? O ¿Qué es lo que queréis que recuerden ellos de sus infancias? Pues yo lo tengo muy claro, lo que yo pretendo recordar y que ellos recuerden es esa tarde de juegos, de risas, de conversaciones, mis hijos y yo sentados en el sofá uno al lado del otro (aunque sea sin decirnos nada), las palabras dulces, los abrazos, los besos, las caricias, la complicidad… ¡Si es que todo es mucho más fácil de lo que nos pensamos! Lo complicamos los adultos. Dejaros llevar por vuestro niño/niña interior, hacer locuras con ellos, divertiros, reíros, reíros y reíros, no tendréis muchas más oportunidades de liberaros y ser niños otra vez…

Las broncas porque no se han portado bien, los castigos por no haber hecho los deberes, los gritos porque en el supermercado no se han portado cómo es debido, eso para mi es secundario Con esto no quiero decir que se le deje hacer lo que le dé la gana, sino que seamos comprensivos e intentemos conectar con ellos antes de descargar nuestra ira y nuestros malos días en el trabajo sobre ellos. Que si un día come menos, pues ya cenará más, que si un día está más nervioso y en el supermercado te la ha liado, pues observa a ver, conecta con él, ¿Y si no te has parado a pensar que lleva todo el día en el cole y que está cansado? Y que lo único que quiere es jugar en casa un rato o en el parque para descargar toda la energía acumulada de las horas sentados en un pupitre. O quizás ha discutido con su mejor amigo, o simplemente no le apetece estar en un supermercado, cosa muy habitual en los niños… Si esta situación tan común en el día a día la solventamos con un grito y una bronca, lo que hacemos es alejarnos de él, desconectarnos. En cambio si lo validamos, si le decimos que lo entendemos, que sabemos que está cansado pero que mama (o papa) han de comprar una cosa para la cena, probablemente el resultado no será el mismo, aquí nos acercamos a él, conectamos con sus sentimientos, lo validamos y fomentamos el vínculo madre/hijo (padre/hijo).

 

Si nuestro hijo no aprende inglés en una academia con 8 años, pués ya lo hará más adelante, además ya lo hacen en el cole antes de que lo hicierámos nosotros, quizás vale la pena valorar y priorizar: ¿qué es lo más importante para la familia y para el bienestar de nuestros pequeños? Y que quede claro que estas líneas no las escribe una madre perfecta, sino una que ha cometido muchos errores de los que he ido aprendiendo… De hecho lo dice una madre de dos hijos (7 y 9 años) a los que en este curso escolar apunté a una academia de inglés. No obstante, hoy me hago la siguiente reflexión ¿me vale la pena llevar a mi hijo a la academia enfadado porque prefiere quedarse con sus amigos en el parque? ¿es realmente tan importante que aprenda inglés ya? ¿Qué quiero conseguir llevándolo a la academia? ¿puedo enseñarle inglés de otra forma más lúdica? ¿Qué opciones tengo? Y en función de esto valorar si vale o no la pena… En mi caso la respuesta es no, no me vale la pena, prefiero ahorrarme la discursión previa de camino a la academia y barajar otras opciones para que aprenda inglés. Y ¿en tu caso? Quizás la respuesta es que si te vale la pena llevarlo a esa academia… Sea lo que sea que hagas, que sea desde la conexión con vuestros hijos y el respeto hacia ellos.  

 

¿Y COMO CONECTAMOS CON ELLOS? Pues no tiene gran misterio sólo mírale a los ojos y sigue tu instinto, no hay más. Estoy segura de que cuando les gritas después sientes una presión en el pecho, no te sientes bien. Quizás tu cuerpo te esté diciendo que eso que has hecho no va contigo, que podrías haberlo solucionado de otra manera, y estoy convencida de ello. Obsérvalos a ellos y obsérvate a ti misma/o cómo te sientes y actúa en consecuencia…

 

 SIGUE TU INSTINTO Y SOBRETODO CONECTA CON TUS HIJOS

miércoles, 21 de octubre de 2015

Los miedos en los niños de 7 a 11 años


 

 

 


“Miedo” personaje de la película de “Inside out”. Imagen extraida de “Disney Wiki”, http://es.disney.wikia.com/wiki/Archivo:Miedo_InsideOut.png

Clase de 4º de primaria en la que se están  trabajando las definiciones, la profesora propone la definición de la palabra “valiente” y todos se apresuran a responder: “valiente es la persona que no tiene miedo” a lo que la profesora corrige:  “ No, no es así. Valiente es la persona que aun teniendo miedo es capaz de afrontarlo”.

El miedo


El miedo es considerado una emoción básica o primaria, junto la ira, el asco, la alegría y la tristeza, tal y como nos mostraba  la película “Inside Out” (Del revés) (de ahí el escoger la imagen del personaje del miedo para ilustrar el presente artículo)

Todas las emociones son básicas e importantes para el correcto desarrollo psicoemocional de cada uno de nosotros, sólo aprendiendo a gestionar todas y cada una de nuestras emociones seremos capaces de gozar de relaciones sociales de calidad.

El miedo es la emoción más estudiada en los animales y en el  hombre, y tiene un valor de supervivencia obvio en sus orígenes que ha evolucionado para producir respuestas adaptativas, soluciones conductuales al problema de la supervivencia, cómo detectar el problema y cómo responder al mismo.

 

El miedo en las diferentes etapas del desarrollo

El miedo es una emoción que se desarrolla a lo largo de la vida, variando las causas que lo originan y adoptando diferentes formas en función de la etapa evolutiva en la que se encuentre la persona. Es por este motivo, que se habla de “miedos evolutivos”.

En este sentido, y dependiendo la edad del niño el miedo desarrollado será de diferente tipología:

·         Durante el primer año son más frecuentes los miedos relacionados con estímulos intensos o desconocidos, como ruidos fuertes y personas extrañas.

·         Hasta los seis años los relacionados con animales, tormentas, oscuridad, seres fantásticos como brujas o fantasmas, catástrofes y separación de los padres.

·         A partir de los seis años aparece el miedo al daño físico, al ridículo y, algo más tarde, a las enfermedades y accidentes, al  bajo rendimiento escolar y a las desaveniencias entre los padres.

·         El niño de 7 y 8 años sigue teniendo miedo a la oscuridad, a los animales y a los seres sobrenaturales, y añade su temor a hacer el ridículo por la ausencia de habilidades escolares, sociales o deportivas.

·         De 9 a 12 años disminuye su miedo a la oscuridad y a los seres imaginarios, pero ahora son especialmente sensibles al colegio (exámenes, suspensos), a la aceptación social (integración en el grupo, aspecto físico), a la soledad, a la enfermedad y a la muerte.

·         De los 12 a los 18 años predominan los miedos que tienen que ver con las relaciones interpersonales y la pérdida de la autoestima (Echeburúa, 1993; Méndez, Inglés e Hidalgo, 2002).

·         En general, los miedos físicos (animales, tormentas, daño, etc.,) disminuyen, mientras que se acentúan los miedos sociales (ridículo, rechazo, hablar en público, etc.) (Graziano, DeGeovanni y García, 1979).

Estos miedos suelen ser transitorios y de corta duración y son frecuentes en niños de las edades comentadas.   

Con la edad estos miedos suelen disminuir, aunque en la etapa de los 9 a 10 años hay una tendencia a aumentar el número de miedos.    Además, algunos resultados apuntan a un rebrote de los miedos entre los 11-13 años, para descender posteriormente a partir de los 14-15 (Dong et al., 1994; Miller, Barret y Hampe, 1974).

¿Por qué existe la tendencia a aumentar  los miedos a la edad de 9 años?

La respuesta a esta pregunta nos la da  el desarrollo cognitivo, puesto que con esa edad aparece el pensamiento lógico. El niño toma consciencia de los peligros que lo rodean y se da  cuenta de que sus temores son cada vez más realistas.

En estas edades (9-10 años) se están produciendo  cambios a nivel neurológico y esto provoca en su interior sentimientos y tensiones, a veces en grados fuertes. Tienden a culpabilizarse en gran medida. Esto se plasma en sus miedos que suelen aflorar durante la noche, a veces a modo de sueños, ya que es en los sueños donde reflejan lo que durante el día puede haberle perturbado. Su vida emocional es compleja y con bruscos cambios. 

En esta fase, dada su enorme emotividad, los conflictos entre compañeros e incluso la actitud del propio maestro pueden derivar en profundas crisis, es por ello que es importante el acompañamiento de los padres, maestros, educadores… para superar los miedos propios de esta etapa para que vayan disminuyendo con el tiempo.

Cómo ayudarlos a  afrontar el miedo

Es importante que seamos conscientes de que por muy absurdos que nos parezcan  sus miedos y los motivos que los originan debemos validar sus sentimientos y evitar frases del estilo: ¡eso no es nada! ¡Es una tontería! o ridiculizarlos por sentir miedo. Es importante que entiendan  que las emociones negativas son  reales, y  todo el mundo las siente en algún momento de su vida.

A continuación detallo una serie de pasos que puede ayudar a superar esos miedos a nuestros pequeños, espero os sirvan de ayuda:

1.       Habla con el niño acerca de sus temores. Escucha cómo se siente y valida sus sentimientos. Es importante que sepa que sentir temor es algo natural. Asegura al niño que es normal sentir miedo, que tú también lo sentías con su edad y explícale que hacías para superarlos. Ayúdale a gestionar sus sentimientos, hazle preguntas para alejarlo del camino negativo y a seguir por la ruta del optimismo. La validación de sus sentimientos es la forma más segura de crear una sana autoestima.

2.       Hacer una lista de las situaciones temidas y puntuar del 1 al 10 en función de la intensidad de miedo.

3.       Empezar por la situación que menos malestar le produce.  Acompaña al niño y encontrar herramientas para que afronte sus miedos. (Por ejemplo, con el miedo a los monstruos podéis buscar en los armarios y bajo las camas para que vea que allí no hay ningún monstruo.)

4.       Si busca tu apoyo dáselo, incluso permítele que  retroceda un poco y se muestre más dependiente hasta que sea capaz de vencer sus miedos. No temas que no se volverá dependiente permanentemente.

5.       En situaciones que veas que se ha mostrado sin miedo y que sus temores no le han bloqueado refuérzalo por su valentía.  Llenando sus miedos de amor y reforzándolo encontrará las herramientas adecuadas para gestionarlo.

A medida que vaya superando sus miedos (que será a un ritmo lento) házselo saber. Y cuando vaya apareciendo nuevos temores recuérdale como fue capaz de superar los antiguos temores. Así le habremos enseñado como vencer los miedos que vayan surgiendo en su vida.

Si los miedos persisten en el tiempo, causan malestar al niño o impiden su desarrollo normal podría necesitar ayuda profesional.

 

Bibliografia

·         “Los miedos en la infancia y en la adoloescencia, un estudio descriptivo” F. Xavier Méndez,  Cándido J. Inglés,  Mª Dolores Hidalgo,  José M. García-Fernández y  Mª José Quiles. Revista electrónica de motivación y emoción. ISSN: 1138-493X. Depósito legal: M-44928-1997. Volumen 6 numero 13.

 

·         Diferencias según la edad en la prevalencia e intensidad de los miedos durante la infancia y la adolescencia: Datos basados en el FSSC-R” Rosa M. Valiente, Bonifacio Sandín, Paloma Chorot y Aurora Tabar. Universidad Nacional de Educación a Distancia. ISSN 0214 - 9915 Psicothema 2003. Vol. 15, nº 3, pp. 414-419

“Este post está dedicado a mi hijo, asi como a un amiguito suyo y a su madre que me han inspirado para escribirlo” (ella sabe perfectamente de quien hablo) 

jueves, 8 de octubre de 2015

LOS DEBERES ESCOLARES ☼


Comienza un nuevo curso escolar y con él se abre de nuevo el debate acerca de los deberes. Los defensores consideran que es bueno que adquieran el hábito y los detractores lo consideran una carga que deteriora la relación padre/hijo.
Como madre de dos hijos a tiempo completo soy consciente de la carga que arrastran nuestros hijos desde muy temprana edad. Nuestros menores pasan 5 horas lectivas en los colegios públicos y 6 en los concertados y a esto le hemos de sumar las actividades extraescolares.
Podría resumir el dia a dia de mi hijo de 9 años, que bien seguro es el de la mayoría de niños de su edad. De 9 a 12.30 va al colegio, tiene una hora y media para  comer, a las 15 vuelve al cole hasta las 16.30 y después 3 días a la semana va al futbol de 17.30 hasta las 19 (cosa que ha escogido él por voluntad propia porque le apasiona este deporte). Después de las extraescolares cuando llega a casa necesita desconectar y tomarse su momento de relax. En nuestro caso, suele tenerlo, puesto que el Colegio en el que él asiste la carga de deberes es poca y suelen ser deberes sobre búsqueda de información de algún proyecto que está realizando en clase, así que no se trata de los típicos deberes aburridos y repetitivos. No obstante,  soy consciente de que necesita su momento de ser niño, relajarse, jugar, divertirse… porque con 5 horas lectivas en los colegios públicos y 6 en los concertados, debería ser suficiente para adquirir el aprendizaje.
LOS DEBERES Y EL HÁBITO DE ESTUDIO
Tal y como apuntaba al inicio, los defensores de los deberes consideran que son necesarios para adquirir el hábito de estudio y reforzar conocimientos, así como para adquirir la cultura del esfuerzo para la consecución de logros.  Bonito argumento si no fuera porque los estudios y los diferentes informes no dicen lo mismo.
España es el quinto país que más carga de deberes posee y a la vez se encuentra a la cola de los resultados académicos.
Si miramos a nuestros países vecinos de la Unión europea y los resultados del tan famoso Informe Pisa, nos damos cuenta de que los países que obtienen mejores resultados son aquellos que ostentan menos carga de deberes. En el caso de Finlandia, por ejemplo, a la cabeza en Educación, los deberes que realizan se sitúan entre 15 o 30 minutos. Mientras en España los deberes suelen ocupar entre una y dos horas diarias, sobretodo en secundaria.
En Francia con su famosa “Huelga de Lápices caídos” numerosos padres reivindicaron el derecho de los niños al tiempo libre y se plantaron ante la carga de tareas amparándose en una Orden Ministerial de 1956 donde se prohibían los deberes para los niños entre 6 y 11 años.
Si los deberes son tan importantes para adquirir el tan mencionado HABITO ¿Por qué hay tanto fracaso escolar en nuestro país? ¿Qué es lo que está fallando en nuestro sistema educativo? El profesorado y las familias tienen la creencia de que los deberes son buenos para “conseguir hábitos de estudio” o de que “mejoran la capacidad de gestión del tiempo”, pero ¿que evidencia científica y objetiva tenemos sobre esas afirmaciones? pues la respuesta es ninguna, no conozco estudio científico al respecto que avale dichas hipótesis.
Las investigaciones sobre deberes que se han realizado únicamente tienen en cuenta factores de cantidad de deberes y aprendizaje, obviando otros muchos factores que intervienen en el proceso. No obstante, dichos estudios no han encontrado ninguna correlación entre los deberes y los resultados obtenidos en enseñanza primaria, y sólo han encontrado relaciones positivas en secundaria cuando las pruebas o tests los han elaborado los propios profesores (Cooper, 2001; Kohn, 2006a).
NUESTRA INFANCIA Y LA DE NUESTROS HIJOS
ES usual escuchar frases tales como: “es que antes había más cultura” pues bien, volvamos la vista atrás en el tiempo ¿Qué hacíamos los adultos de hoy con 8 o 9 años después del cole? Cuál es la diferencia con los niños de hoy en día ¿hacíamos antes más deberes que ahora y por eso tenemos más cultura?
Recuerdo mis tardes de la infancia jugando con mi vecina. No adquirí el hábito de estudio con 8 años, ni con 9, ni con 10. Mis tardes, por aquellos entonces, me las pasaba jugando y siendo niña, sin cargas, ni presiones, ni deberes. Esto no me ha limitado en ningún sentido, por el contrario; tengo una carrera, un máster, numerosos cursos y actualmente curso una segunda carrera.
Dejemos a los niños ser niños y no presionemos tanto a nuestros adolescentes, porque quizás es ahí donde reside el  gran error de nuestro sistema educativo.  Los niños ya pasan suficientes horas en el colegio como para añadirles más tareas en casa que suelen ser monótonas y aburridas.
NEUROEDUCACION y MOTIVACION
La neurociencia ha demostrado que las emociones mantienen la curiosidad, nos sirven para comunicarnos y son imprescindibles en los procesos de razonamiento y toma de decisiones, es decir, los procesos emocionales y los cognitivos son inseparables. Además las emociones positivas facilitan la memoria y el aprendizaje. Así que es en esa línea en la que debe avanzar la pedagogía, en fomentar el gusto por aprender, en aprender jugando, en que el alumno no se dé cuenta que con lo que está haciendo está aprendiendo, porque aprender debería ser divertido, y no lo decimos sólo los pedagogos, sino también los neurólogos.
En este sentido, los deberes, tal y como están enfocados en nuestro sistema educativo lo que provocan en la mayoría de nuestros pequeños son estados de obligación impuesta.
Todo ser humano tiene interés por aprender, nacemos genéticamente preparados para asimilar conocimiento. A los niños les apasiona descubrir, experimentar, aprender hasta que nuestro sistema educativo se encarga de asociar aprendizaje con imposición, presión... es decir, connotaciones negativas.
A MODO DE CONCLUSIÓN
Alfie Khon en su libro “El mito de los deberes” concluye que “los deberes no proporcionan ningún beneficio académico para los alumnos de primaria y existen serias dudas sobre si son recomendables para los estudiantes de secundaria”. A pesar de esto, el sistema continúa mandando los deberes sin cuestionarse  la utilidad de los mismos.
El gran error de nuestra sociedad es que queremos que nuestros hijos e hijas aprendan cuanto antes mejor, olvidándonos que en la carrera del aprendizaje no hay una meta final, sino que se extiende a lo largo de toda la vida.
 El sistema educativo, por tanto, debería centrarse en asentar unas bases sólidas de como “aprender a aprender”, es decir, competencias que nos ayuden a lo largo de nuestra vida a adquirir conocimiento y no tanto, en enseñar para aprobar un exámen o el presionar desde bien pequeños con demasiada carga, porque es probable que el efecto que se consiga es que se cansen y pierdan el interés por aprender.
Estoy convencida de que el gran error de nuestro sistema educativo radica principalmente en el método y no tanto en la cuestión de deberes, los cuales son excesivos y muy mal enfocados. Cantidad no es sinónimo de calidad.

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